martes, 31 de enero de 2012

Pollo Atropellado

     Al abuelo Joaquín le causó mucha gracia este nombre y lo repetía continuamente: "pollo atropellado". Término que nos enseñó el Gordo Pablo, amigo, desde Argentina a Valsaín, España. No se si lo habra escuchado por ahí o lo habrá inventado él pero es una buena descripción.

Ingredientes: ¡¡Un Pollo!!


Como vemos aquí este no es un pollo, lo que se dice, "normal". Criado por José y matado por Joaquín (hijo), quien, como vemos, no tuvo suficiente cuidado y se llevó un buen trozo de piel, algo que no puede suceder en un buen pollo atropellado. Ah! y pesó cuatro kilos...

   
Primeramente rajamos el esternón por el centro, separamos las pechugas hacia los lados y quitamos todos los huesos del pecho y la columna. Podrían quitarse también los huesos de las alas pero eso requiere un poco mas de práctica y de lo que trataremos en todo momento es de no romper la piel. 

                                        
Luego rajamos la parte interior de los muslos y patas separando la carne y quitando los huesos.









Un buen fuego y a la parrilla. Condimentado a gusto: sal y pimienta, limón, ajo y perejil, mostaza y mantequilla....

  
      Cuando la piel esté dorada y crocante lo damos vuelta para que termine de cocinarse. Un pollo normal, de carnicería, de unos dos kilos, nos llevará  poco mas de una hora, a fuego moderado. Podemos taparlo por arriba con una tapa de olla para reducir un poco el tiempo.

     Acompañado con unas buenas papas asadas.

En defensa del Libro Electrónico





     Suelo leer entre trescientas y trescientas cincuenta páginas a la semana pero mi presupuesto para libros no me permite comprar a ese ritmo.

     Me gustan los libros físicos, sentarme en el patio en una reposera y leer apaciblemente mientras me tomo un café, o un whisky, pero no tengo patio, ni reposera y solo tengo tiempo de leer en el autobus mientras voy para el trabajo. Y no siempre es práctico ni cómodo acarrear un libro de ochocientas páginas (o mil !! como tiene solamente el tomo I de “Sueño en el pabellón rojo”, para el que tuve que comprarme una mochila).

     Por eso considero el libro electrónico un invento fantástico. En realidad tendríamos que decirle “lector de libros electrónicos” (“e-reader”) ya que el libro electrónico propiamente dicho es el archivo que leemos, pero aunque abreviemos, nos entendemos.

     Existen miles de libros electrónicos disponibles y otros tantos miles pirateables. No pirateo libros por gusto, pirateo porque de otra manera no podría comprarlos y no podría leerlos. Y por las veces que después de gastarme el dinero el libro me resultó una porquería. Pirateando no tengo ese problema, si no me gusta lo borro.

     Existen dos tipos de lectores electrónicos: los de tinta electrónica y los de pantalla LCD. Cada cual tiene su ventaja y su desventaja.

     Los de tinta electrónica consumen muchísima menos energía y por lo tanto tienen muchísimas mas horas de autonomía. Pero necesitan luz para ser leídos, como un libro normal.

     Los de pantalla LCD tienen retroiluminación, como una pantalla de ordenador, por lo que pueden leerse aunque no haya luz ambiente. También nos permiten bajar y ver películas. Pero su autonomía es mucho menor y debemos recargarlos mas seguido.

     Ambos permiten escuchar música mientras leemos.

     Yo compré por 60 euros el de Carrefour, con pantalla LCD y el resultado hasta ahora ha sido excelente. Por el precio de tres libros llevo leídos treinta. Traía 500 libros clásico incluidos. Como no pesa nada se puede llevar sin problemas. Con un solo dedo, dándole a un botoncito, vas pasando las páginas. Y cuando lo encendés al día siguiente, se abre por la página que dejaste.

     Cuando Mario me recomendó “El caso Mao” de Qiu Xiaolong, busqué por internet y ví que era el sexto y último del autor, así que me bajé los seis y me los fui leyendo todos en orden cronológico.

     Como comenté en mi última entrada, compilé en un solo archivo los 118 cuentos de Philip Dick y ahora me los estoy leyendo tranquilamente. Un libro de 1600 páginas que cabe en un bolsillo. Pienso hacer lo mismo con “Las mil y una noches” cuando termine con este.

     No es como tener un libro impreso en las manos, sentir el tacto de las hojas al pasarlas, poner el marcador antes de dejarlo sobre la mesa. Pero puedo asegurar que, por lo menos en mi caso, los aspectos prácticos y económicos desplazaron rápidamente los aspectos románticos. Mas que nunca me interesa mas el contenido que el continente.

     Aunque siempre estarán esos tres o cuatro libros que tengo y siempre preferiré seguir teniendo impresos.